El camino por recorrer
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Capítulo 30

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Mensaje  Hikari Dom Mayo 23, 2010 2:43 am

Capítulo 30
¿Bailas?




Atlas se miraba nervioso al espejo, probándose por encima distintas chaquetas de distintos trajes sin llegar a decidirse del todo entre los tres que tenía entre manos.
Atlas: Mierda, mierda, mierda…
El vampiro se sobresaltó cuando llamaron a la puesta de su cuarto. Lanzó los trajes sobre la cama y abrió la puerta.
Atlas: ¡Inner!
El duende arqueó las cejas mirando con sorpresa el aspecto de su amigo. Tenía el pelo mojado y revuelto, la camisa desabrochada y llevaba puestos solo unos boxers negros.
Inner: ¿Se puede saber qué haces así?
Atlas: ¡Ayúdame! ¿Qué traje me pongo? ¿Negro, azul o hueso? ¿Eh? ¿Eh?
Inner se le quedó mirando con un aire divertido en el rostro.
Inner: ¿Qué? ¿Te ha venido la fiebre adolescente, Atlas?
Atlas: Calla, imbécil. Ayúdame
Inner arqueó la ceja mientras que miraba las distintas opciones que yacían sobre la cama.
Inner: ¿De veras piensas ir a la fiesta? Hace un rato estabas desangrándote con un boquete en el hombro…
Atlas: ¡Inner!
Inner: Negro
Atlas: ¿Por qué?
Inner: Porque es el único que no te has puesto.
Atlas lo miró.
Atlas: Cierto… ¿Crees que me combina con estos zapatos?
Inner: ¿Acabas de encontrarte con tu lado femenino?
Atlas: ¡Calla!
Inner se fue riendo de la habitación.
Atlas se metió en esos pantalones negros y se abrochó la camisa de seda. Ese traje era de la época victoriana y tenía un cierto valor sentimental para él. Se puso el chaleco color nácar con adornos florales. Aún olía como la joven que en su día se lo regaló. Acto seguido se abrochó sus zapatos italianos, se colocó la capa de terciopelo y cogió el sombrero de copa. Todo le quedaba como un guante, pese a los años que llevaba en su armario. Atlas dio vueltas delante del espejo sonriendo ante su elegante imagen cuando llamaron a su puerta de nuevo.
Aura: ¿Atlas? ¿Se puede?
Atlas: Pasa.
Aura asomó tímidamente la cabeza por la puerta.
Aura: No se, no me siento muy a gusto con esta ropa.
Atlas: Déjame ver.
Aura vaciló un poco antes de entrar en la sala. Se mordía el labio con cierto nerviosismo mientras que Atlas le miraba de arriba abajo.
Atlas: A mi no me desagrada…
Atlas le pegó un segundo vistazo a la ropa de Aura. La banshee jugueteaba con las mangas de su camisa blanca, sobre la cual lucía un elegante chaleco corto de color negro. Más abajo llevaba una falda de tablas a juego con el chaleco con unas medias negras y unas botas altas con cierto tacón.
Atlas: Es muy… juvenil.
Aura: Provocativo, venga, dilo.
Atlas se quedó pensativo unos instantes.
Atlas: Vale, es provocativo, pero también es elegante en cierto modo.
Aura: Si…
Atlas: Y me negarás que las ropas que usáis las banshees habitualmente no son más provocativas.
Aura recordó los harapos que llevaba cuando vivía en el bosque y suspiró.
Aura: Touché
Atlas se giró hacia el espejo para colocarse el cuello se su camisa.
Atlas: De todos modos no te tomes tus represalias conmigo, Inner fue el que eligió la ropa.
Aura: Ya hablaré yo con ese pervertido.
Atlas sonrió mientras que Aura cerraba la puerta tras de si. Esa noche iba a haber bronca.



Atlas miró al salón a través de su máscara. Era blanca, de cerámica, siempre le hizo gracia su diseño por su similitud a la del fantasma de la ópera. Todos los presentes lucían sus mejores galas para la ocasión y el exquisito reflejo de la luz en las alhajas de las féminas inundaba la sala.
Atlas: ¿Qué te parece el ambiente este año Inner?
Inner: El único cambio es que las mujeres llevan vestidos más atrevidos ¿Has visto el escotazo que lleva esa?
Atlas: Adoro estas máscaras.
La de Inner era un antifaz con unas hojas doradas y unos colores semejantes a los de un bosque en otoño.
Inner: yo adoro cuando pasas de mí.
Atlas sonrió y se ajustó los guantes.
Atlas: Y ahora, solo tocan unas cuantas horas de aburrimiento, protocolo y falsa cortesía y podremos irnos a casa pasa seguir con nuestra falsa creencia de que todo va bien.
Inner: Oh, que profundo.
Atlas: Calla. Mira, tu queridísima amiga ya se ha buscado nuevos compañeros.
Inner giró entonces la cabeza hacia la dirección que la mirada de Atlas señalaba. Aura coqueteaba con un par de faunos. Inner gruñó levemente.
Inner: ¿Y a mi qué?
Pero cuando vio como le tomaban a Aura de la mano delicadamente, Inner se bebió bruscamente el contenido de la copa que sostenía y avanzó hacia ellos.
Inner: Voy a por otra copa.
Atlas: No te lo crees ni tu.
Pero Inner refunfuñaba demasiado alto como para oír ese último comentario. Al fin Atlas se vio solo y libre para merodear por el salón a sus anchas. Volvió a memorizar los detalles de todos los tapices de la sala, al igual que los de las exquisitas alfombras que adornaban el suelo.
La sala de baile ara algo distinta a como la recordaba. Era una enorme sala redondeada, rodeada por columnas lujosamente decoradas con relieves de motivos florales. Había seis amplios balcones medio ocultos por unas gruesas cortinas de terciopelo de color verde oscuro y apagado. El techo estaba decorado con un dibujo de un radiante cielo morado con nubes rosadas que emulaba el del exterior. Colgando del techo había enormes lámparas de araña doradas que iluminaban la estancia con radiante luz proveniente de la llama verdosa de sus velas. Atlas arrugó la nariz ante esa pésima combinación de color. Recordó como antaño ese cielo purpúreo se veía más hermoso a la luz de unas llamas azuladas, o incluso las comunes llamas anaranjadas.
El vampiro pensó con nostalgia en cuando vivía en este lugar. La vida era más fácil, sus preocupaciones eran nimiedades comparadas con todos los problemas que ahora tenía entre manos, pero hoy no, hoy era un día para relajarse y divertirse.
Helaku: ¡Hey! ¿Qué pasa Atlas-man?
Atlas se giró al reconocer instantáneamente esa voz y ese saludo.
Atlas: ¿Qué informalidades son estas?
Atlas sonrió. Helaku, de la raza de los hombres lobo, era Morfeo en persona, capaz de controlar los sueños de los demás. Solía velar por las noches de los sueños de todos los que vivían en ese mundo. Su pelo corto y negro brillaba alborotado bajo la luz de las lujosas lámparas del techo al igual que lo hacían sus blancos ojos. Pese a la necesidad de un afeitado y su desaliñada primera impresión, tenía buen aspecto. Lucía un simple traje negro, bueno, a medias, ya se había quitado la chaqueta, la cual llevaba tendida sobre el hombro, se había quitado la corbata y desabrochado un poco la camisa. Atlas le miró los pies, como siempre llevaba unas zapatillas de deporte.
Ambos hicieron un saludo chocando las manos con múltiples combinaciones ensayadas previamente.
Helaku: ¿como lo llevas, mapamundi?
Atlas: Aquí andamos, ¿Y tu que? ¿Sigues con ese grupito de chuchos “apatrullando” la ciudad?
Helaku: Si, es la buena vida, colega. Tú por lo que veo sigues viviendo atormentado.
Atlas: Son tiempos duros.
Helaku: No me refiero a eso, me refiero a tus sueños. Te noto como… Como si no fueras el de siempre… Cuando duermes me perturba acercarme a tu subconsciente. ¿Qué ha sucedido últimamente?
Atlas: Si yo te contara…
Helaku: Podrías hacerlo.
Atlas: Oh ¿Para que aburrirte con las batallitas de un viejo como yo?
Helaku: Me ayuda a calcular cuan senil estás.
Atlas sonrió.
Atlas: Últimamente Thessla no se me sale de la mente, ni consciente ni dormido, y también tengo la sensación de que va a pasar algo bastante malo, son como imágenes que pasan demasiado deprisa y…
Helaku: ¿Y?
Atlas: Y la cría… Nada, olvídalo, son problemas que he de solucionar por mi cuenta.
Helaku: Quizá ese es tu problema Atlas, no puedes arreglarlo tú todo, y mucho menos solo.
Atlas suspiró y miró a Helaku.
Atlas: Lo pensaré…
Helaku: No lo harás, eres un cabezota y acabarás haciendo lo que te sale de ahí, como siempre.
Atlas: Correcto.
Ahora fue Helaku el que suspiró.
Atlas: A todo esto, gracias por la ayudita del otro día con el tema de los sueños. Si no llega a ser por ti no huebra podido hablar por segunda vez con la princesa…
Helaku: No hay de que. ¿Sabes ya quien os puso a los dos en el mismo sueño la primera vez?
Atlas: Aún no, pero la antigua reina, que en paz descanse, tenía también algo de poder sobre los sueños…
Helaku: ¿Su madre?
Atlas: Si, es mi principal sospechoso en este asunto.
Pasaron unos breves instantes en silencio hasta que al fin Helaku habló.
Helaku: En fin, he de irme, he dejado a mi chica sola demasiado tiempo al lado de la comida y me temo que ya empiezan a rondarle tres o cuatro.
Atlas: Cuídate.
Dijo Atlas dándole una palmada en la espalda con aire fraternal.
Helaku: Lo mismo digo.
Helaku repitió el gesto y se giró hacia la zona de la comida.
Atlas: Por cierto…
Helaku retrocedió sobre sus pasos y volvió hacia el vampiro.
Helaku: ¿Que?
Atlas: Hablando de todo un poco, tú no habrás tenido nada que ver con un sueño que tuve recientemente, ¿verdad?
El licántropo se encogió de hombros
Helaku: ¿Cuál?
Atlas: Verás, había unos tipos muy raritos vestidos de superhéroes, un joven con una capa negra, otra con un anillo azul, un spider-chico ¿No te suena de nada, lobito?
Helaku se sonrió y volvió a encogerse de hombros.
Helaku: ¿Quién sabe?
Tras esto el hombre lobo se alejó.
No paso mucho tiempo tras esto, cuando Inner volvió con Aura cogida del brazo mientras que despotricaban el uno contra el otro. Al llegar junto Atlas ambos permanecieron unos instantes en silencio mirándose con odio el uno al otro hasta que Inner decidió hablar.
Inner: ya estamos
Aura: si, que el nene se me pone celoso.
Inner: Oh venga ¿pero es que no los has mirado? Tienen una pinta de maleantes que tira pá tras y…
Aura: Cuando quiera una niñera te llamaré.
Atlas: Tiene razón Inner, todo el mundo sabe que estas fiestas mayormente son para pillar cacho y no dejas a la niña relacionarse.
Inner miro a Atlas con el ceño fruncido.
Inner: pero...bah
Aura: si me disculpas.
Aura hizo una leve reverencia con aire burlesco y se dirigió hacia la multitud situada en medio de la sala.
Atlas: ¿no será que la chica te hace tilín, Inner?
Las mejillas de Inner se oscurecieron con una especie de rubor antes de que girara la cabeza bruscamente.
Inner: bah
Inner se cruzó de brazos con indiferencia. Atlas perdió su mirada entre la gente, hasta que dio con Utopía.
Si, Utopía, la líder de las banshees, la que quería apoderarse de sus territorios y su actual archienemiga. Iba acompañada por tres más de su especie que lucían unos simples, pero elegantes, vestidos pardos y vaporosos. Utopía en cambio llevaba puesto un hermoso vestido de color morado con un estampado de rosas blancas. Atlas se fijó especialmente en como el corsé del vestido dibujaba su esbelta cintura y como lucía su escote. Hoy estaba realmente hermosa.
Inner: ¿y a ti Atlas? ¿Como es que no le quitas el ojo de encima a Utopía?
A Atlas se le erizaron todos los pelos del cuerpo cuando Inner le sacó de sus pensamientos con esa frase.
Atlas: ¿Yo? ¡Que dices! Nah…
Pero con el rabillo del ojo seguía mirando hacia ese puntito verde y morado.
Inner: ¿no vas a sacarla a bailar?
Inner le dio unos golpecitos con el codo a Atlas.
Atlas: si, así a lo mejor me entero de sus malvados planes hacia nuestra comunidad.
Inner le dedico una mueca a modo de sonrisa mientras que Atlas avanzaba entre la multitud hacia el otro lado de la sala. Pero Atlas no escuchaba el jaleo de gente ni el sonido de la música, estaba hipnotizado por la forma en la que se movían los bajos del vestido de Utopía. Sin saber porque a cada paso que daba el corazón le latía muy fuerte, le temblaban levemente las piernas y le sudaban las manos bajos sus guantes de seda. Dos veces estubo apunto de pararse y dar media vuelta. Atlas sabía que era una sensación familiar, algo que ya había sentido pero no logro reconocerla ni asociarla con nada, de modo que prefirió ignorarla y se acercó a Utopía igualmente. Ella seguía de pie en el mismo sitio en compañía de sus banshees. Atlas se acercó silenciosamente desde atrás pasando inadvertido incluso para sus acompañantes.
Atlas: ¡Buh!
Utopía se giró tan rápido que casi derramó todo el contenido de su copa sobre su vestido.
Utopía: ¡Que susto!
Atlas: Ah, haber pedido muerte
Utopía le sonrió levemente. Su rostro estaba medio escondido tras una máscara de un color semejante al de su vestido.
Atlas: ¿pasando una velada entretenida?
Utopía: ¿sonriendo hipócritamente y siguiendo el protocolo? Ni te lo imaginas
Atlas: me alegro de no ser el único que se aburre ¿bailamos?
Utopía: ¿así sin más, sin una copa primero?
Atlas: ya tienes una copa
Utopía: cierto
Utopía alzó la copa simulando un brindis y después se la bebió
Utopía: necesitare siete de estas para que me apetezca bailar contigo
Atlas: Oh me partes el alma ¿Te las traigo?
Utopía: mejor no, no quiero tener jaqueca mañana
Atlas le ofreció el brazo y esta se acerco a el
Utopía: me siento como si estuviera durmiendo con el enemigo
Atlas: no, solo vas a bailar con el
Utopía: hombre, puedes pisarme o romperme las piernas.
Atlas se rió mientras se acercaban al medio de la sala.
Atlas: esta noche no, es un día de paz ¿Recuerdas?
Utopía: peor, eso es tan aburrido...
Atlas: te pondré la zancadilla ya pues
Utopía: gracias
Atlas: no hay de que
La música aún sonaba demasiado tranquila como para bailar cuando llegaron al borde de la “pista”
Utopía: Esos son tus chicos ¿no?
Utopía señaló con la cabeza a los músicos. Los cinco hermanos y Efebo con sus tres hermanos eran los que ambientaban la velada
Atlas: Espera a que Por qué se anime a cantar
Utopía: Pero, según tengo entendido no tocan música tradicional.
Atlas: Bueno, ya sabes como son estos jóvenes, tan modernos e innovadores, digamos que la adecuan a los tiempos que corren, le dan mas “caña” como dicen ellos.
Utopía: Oh, de modo que será música movidita.
Atlas: Ideal para pisarte o hacer que tropieces, pero de buen rollo, tú me entiendes.
Utopía sonrió con malicia. Atlas adoraba esa especie de complicidad que compartían en estos momentos, olvidando que unos meses atrás la había estampado contra el tronco de un árbol y le había amenazado poniéndole un cuchillo en la garganta.
La canción terminó, tras una breve pausa de unos diez segundos una nueva melodía inundó la sala con leves toques de música celta.
Atlas se situó frente a Utopía y con una reverencia le tendió la mano.
Atlas: ¿Me concedes este baile?
Utopía: Eso depende de cómo bailes.
Atlas: Tan solo déjate llevar
Atlas la tomó de la mano antes de que dijera nada. Utopía seguía la canción aportando a la danza esos toques de sensualidad que le dan a todo las mujeres. Atlas cada vez se embriagaba más con el olor de su pelo, con el brillo de sus ojos verdosos y con las curvas de sus caderas. Todo era perfecto en esos momentos de éxtasis hasta que la coreografía obligaba a un temporal cambio de pareja. Ella volvería antes del final de la canción, la coreografía lo marcaba, y Atlas no le hubiera dado importancia de no ser porque Erwing era el que ahora tenía a Utopía entre sus manos.
El ferviente deseo de apartarla de él crecía en su interior, aunque no pasó mucho hasta que volvió a disfrutar de su compañía. Sin embargo, Utopía no parecía tener muy buena cara.
Atlas: ¿Estás bien?
Utopía: Menudo cretino
Atlas: ¿Quién?
Utopía: El mestizo, Erwing, ese deslenguado.
Atlas: ¿Pero que te ha dicho?
Utopía: Que disfrute de “mi amorcito” mientras pueda.
Atlas: ¿Es que no soy tu amorcito, cielito mío?
Utopía: Uy, por supuesto que si pastelito mío
Ambos se rieron como críos mientras que terminaba el baile.
Utopía: Quiero salir.
Atlas: ¿Al balcón?
Utopía: Si, estoy un poco mareada de tantas vueltas.
Atlas sonrió y le tendió el brazo para que ella se agarrara.
Atlas: ¿Vamos, mi cielito?
Utopía rió de nuevo y se fue con él a uno de los balcones de la sala. Rápidamente se soltó del vampiro y se lanzó hacia la barandilla.
Utopía: ¡Oh, que tarde más mala! ¡Está todo nublado!
Atlas miró hacia arriba. Las nubes inundaban el cielo como un inmenso mar. Sin embargo, al fondo, en el horizonte, las nubes dejaban de ser rosadas para volverse de un color negruzco. Al vampiro no le daba muy buena espina la situación.
Atlas: Deberíamos volver dentro, tiene pinta de llover.
Utopía: A nadie le hace daño un poquito de lluvia.
Atlas: A mi traje si
Utopía: Eres un aguafiestas
El vampiro suspiró y se apoyó en la barandilla junto a ella
Atlas: ¿Contenta?
Utopía: Si
Atlas: Ahora podría tirarte por el balcón en un ataque sorpresa.
Utopía: Ataque a secas, ya no es sorpresa.
Atlas: ¡Rayos! Tendré que andarme con más cuidado con los que digo a partir de ahora.
Utopía se rió otra vez más. Atlas la miró con ternura, estaba tan mona. Entonces sintió algo y se giró instintivamente hacia el horizonte. Había unas figuras acercándose a su posición a gran velocidad.
Atlas: ¿Cómo?
Utopía: ¿Eh?
Atlas: ¡Es Cómo!
Los vampiros que habían ido con Cómo en esa misión de reconocimiento volvían al fin.
Atlas: Algo va mal…
Atlas agudizó la vista y pudo apreciar que todos ellos estaban terriblemente heridos. Entonces el vampiro lo vio y palideció. La enorme masa de nubes que antes se encontraba únicamente en el horizonte se estaba desplazando y se encontraba en tierra, como una espesa niebla, solo que no eran nubes. Era una masa de oscuridad, había comenzado a moverse en dirección al castillo, destrozando todo cuanto se interponía en su camino.
Atlas: ¡Joder!
Entonces Cómo aterrizó junto a ellos en el balcón seguido por el resto de sus hombres, que entraron inmediatamente en el salón.
Atlas: ¿Estás bien?
Cómo jadeaba. Tenía sus ojos de color rojo muy abiertos.
Cómo: ¡Evacuad el castillo! ¡Vienen hacia aquí!
Atlas: ¿Quienes?
Cómo: Son cientos, no… ¡Miles de sincorazón!
Atlas: Eso es imposible ¡No ha habido sincorazón aquí en años!
Cómo: ¡Ahora si! ¡Evacua el castillo!
El suelo comenzó a vibrar. Los tres seres que se tambaleaban en el balcón vieron con horror como la oscuridad ya casi estaba sobre el castillo. Atlas no dudó. Cogió a Utopía del brazo y tiró de ella hacia el salón. Dentro los hombres de Cómo intentaban sacar a la gente de allí a duras penas. Había cundido el pánico. Atlas buscó a Zaynah desesperadamente. Se encontraba en una esquina junto con algunos de sus subordinados. Atlas tiró de ella hacia atrás y la agarró de los hombros bruscamente.
Atlas: ¡Llama a tus hombres! ¡No nos dará tiempo a vaciar esto antes de que el castillo se derrumbe!
Zaynah echó a correr hacia el balcón. Cierto, allí estaba, cada vez más cerca.
Volvió a entrar. Entonces cundió el pánico cuándo el castillo tembló otra vez. Ya les había alcanzado. Atlas buscó a buscó a Utopía con nerviosismo. Aliviado la encontró junto a Inner cerca de la salida.
Atlas: ¡Inner!
El duende verde llevaba a Aura cargada al hombro.
Inner: Tsk… no se como puedes ir trajeado todo el día, Atlas.
Inner se desabrochó la chaqueta y también parte de la camisa.
Inner: Es muy incómodo.
Atlas: Inner no es tiempo de bromas, ayuda a organizar todo esto, tenemos que…
Entonces toda la sala tembló, las paredes y el techo se agrietaron y desconcharon.
Atlas vio como la estancia se llenaba de sincorazón al tiempo que la masa oscura se instalaba en los alrededores del castillo.
La sala se llenó de los hombres de Zaynah, todos armados hasta los dientes, listos para combatir. Atlas pudo reconocer entre ellos a los tres jóvenes que una vez mandó a auxiliar a la princesa hacía mucho tiempo. Se lanzaron ferozmente sobre las criaturas oscuras. Zaynah por su parte iluminó sus manos con una luz purpúrea y acto seguido cientos de mariposas echas de luz atacaron a los corazones son sus afiladas alas. Poco a poco el número de personas y el de sincorazón que había en la sala fue disminuyendo. El salón ya casi estaba vacío, tan solo quedaba Erwing. Las paredes gemían, anunciando su inminente derrumbamiento bajo la presión de la oscuridad que estaba envolviendo el castillo.
Cómo: ¡Vamos, esto se va a hundir!
Atlas: ¡Espera! ¡Falta Erwing!
La pared comenzaba a resquebrajarse. Entonces parte de ella se derrumbó dejando paso a la oscuridad justo en la zona en la que se encontraba Erwing.
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